María amó a todos




María amó a todos sin excepción y a todos les deseó el bien 
y el mayor bien que se puede desear: el amor de Dios. 

Porque, comparado con el amor de Dios, 
todo lo demás resulta insignificante, 
por valioso que se lo quiera suponer.


Y así, María por todos oró, por todos sufrió, 
por todos entregó a su Hijo, 
para que a todos salvara y redimiera.


Esta universalidad del amor de María 
es fiel modelo de lo que debe ser nuestro amor cristiano.

 El verdadero amor no es envidioso, 
no busca las cosas propias, sino que busca el bien de los demás.

 El verdadero amor cristiano debe ser definido 
como la entrega de sí mismo a los demás a imitación de María, 
que se entregó a sí misma 
y al que quería más que a sí misma: su Hijo Jesús.


María, que con amor te uniste a la entrega de tu Hijo, 
ayúdanos a entregarnos en el servicio a los hermanos.


* P. Alfonso Milagro