El Adviento les recuerda a los cristianos que María, como toda madre,
esperaba el nacimiento de Jesús, y aún más, que Ella vivió esta
experiencia humana, la de una mujer que lleva un niño en su vientre, a
su vez tan común y tan extraordinaria.
Isaac de la Estrella estableció un paralelismo entre María y la Iglesia:
Una y otra son madres, una y otra son vírgenes. Una y otra sin
trastorno carnal conciben del mismo Espíritu; una y otra, sin pecado,
dan una descendencia a Dios Padre. La una fuera de todo pecado, dio a
luz la cabeza de ese cuerpo; la otra, en la remisión de todos los
pecados, dio a luz el cuerpo de la cabeza.
La gestación de María nos remite al de la Iglesia, una complementa la de
la otra, ya que, insiste Isaac de la Estrella: "Una y otra son madre de
Cristo, pero ninguna de las dos lo gesta por completo sin la otra."
Isaac de la Estrella añade a modo de conclusión que un principio debía
guiar a todos los que escriben sobre la Virgen María: "Además, en las
Escrituras divinamente inspiradas, lo que se dice universalmente de la
Iglesia de la Virgen Madre se entiende singularmente de la Virgen María
-madre (y queremos añadir 'y viceversa').
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