Para la misericordia de Dios nada es imposible



30 septiembre
– Irlanda, Knock: San Juan Pablo II regala una rosa de oro (1979



“La fe de María desata el nudo del pecado”. ¿Qué significa esto? Los Padres conciliares (del Vaticano II) han tomado una expresión de san Ireneo que dice así: “El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe” (Adversus Haereses, III, 22, 4).

Cuando un niño desobedece a su madre o a su padre, podríamos decir que se forma un pequeño “nudo”. (…) Algo parecido ocurre en nuestras relaciones con Dios. Cuando no lo escuchamos, no seguimos su voluntad, cometemos actos concretos en los que mostramos falta de confianza en Él – y esto es pecado –, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Y estos nudos nos quitan la paz y la serenidad. (…)

Pero para la misericordia de Dios – lo sabemos – nada es imposible. Hasta los nudos más enredados se deshacen con su gracia. Y María, que con su “sí” ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para que Él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre.

odos nosotros tenemos alguno, y podemos preguntarnos en nuestro corazón: ¿Cuáles son los nudos que hay en mi vida? «Padre, los míos no se puede desatar». Pero eso es un error.
Todos los nudos del corazón, todos los nudos de la conciencia se pueden deshacer.
¿Pido a María que me ayude a tener confianza en la misericordia de Dios para deshacerlos, para cambiar? Ella, mujer de fe, sin duda nos dirá: «Vete adelante, ve donde el Señor: Él comprende».
Y ella nos lleva de la mano, Madre, Madre, hacia el abrazo del Padre, del Padre de la misericordia.

Papa Francisco:
Oración mariana en ocasión del año de la Fe,
12 octubre 2013

w2.vatican.va

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Dios te salve, Maria,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amen.